martes, 25 de diciembre de 2007

17 de noviembre, hoy en moto...



Quedamos con Teen, que nos llevará con otro amigo a la entrada del camino que nos llevará a Ta Ko, tenemos 2 horas por delante para pasear solos por el bosque. No nos encontramos a ningún turis y el primer encuentro es con una kundalini del "15". Nos sigue una mujer D'Mong que luego desaparece por el camino.
El paisaje es muy hermoso, como el de ayer. En una bifurcación decidimos tomar el camino que sube y en buena hora ya que nos conduce a una aldea donde nos salen al paso unoa decena de niños que en ese momento salen de la escuela y literalmente somos rodeados y empujados por ellas y ellos entre risas hasta llegar a la última casa donde un joven nos invita a entrar y tomar un poco de "vietnamis tea".
Entramos en una gran estancia con varios espacios distintos; a un lado, un abuelo fumando opio, cuida un fuego. A nosotros nos sientan en una mini mesa y nos sirven unos mini tes.
Al otro lado de la puerta hay otro fuego mas grande donde están preparando un gran cuenco de arroz. Al poco llega una mujer joven cargada de leña que deposita al lado. La casa huele muy bien y es acogedora, tibia.
No me puedo creer lo que estoy viviendo y tengo subidón. Nos hubiéramos quedado a dormir varios dias. Aquí no hablan inglés, y nos entendemos como podemos.
Nos reimos con los niños haciendo payasadas y aviones de papel. Algún truco sencillo de magia. A la vuelta, curso acelerado de magia.
Les damos el papel que llevamos, un cordino, pinzas. No sabemos que mas darles a parte de nuestra gratitud. Solo por esto ha merecido la pena el viaje.
Volviendo tomamos el camino por el que desaparecio la mujer D'Mong y llegamos a un río donde la suerte de coincidir con un pescador trabajandose su rio con una red circular. Saltando de piedra en piedra pescando cada poza. Nos miramos y nos sonreimos, nada mas.
Aún queda Ta Phin donde paseamos acompañados por una jovenciata que no para de cascar en inglés y de reirse. Nos hace unos arreglo florales que nos deja patidifusos.

Comimos en un chiringuito poco frecuentado. El propietario, quizás por agradecimiento, quizás por el opio sale del interior y le da un abrazo a Carlos de los pretos. Muy tierno.
Día redondo...

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