Lo que peor lleva es la escolta. El cargo lo pidió después de visitar las cárceles aragonesas, cuando llevaba la comisión de derechos humanos en su comunidad. "Hacía mucho frío", recuerda, "había muy poca actividad, una infraestructura obsoleta y gente muy triste". Cuando ganó el PSOE vio "la oportunidad de hacer lo que siempre había pensado que se debería hacer, con un poco de ingenuidad", admite. "Luego te pones y es más difícil de lo que parece". Por ejemplo, el sueño de que cada preso tenga su celda: en España (sin contar Cataluña, con las competencias transferidas) hay 43.647 celdas para 63.687 presos. Otro problema le quita el apetito: uno de cada cuatro presos sufre una enfermedad mental previa al delito. "Ahí falla la sociedad, que enquista los problemas; se cerraron los psiquiátricos, pero no se creó una alternativa".
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