jueves, 29 de julio de 2010

cielo, nubes, mente, pensamientos...


de nuevo Osho, Quizás lo sensato sea observar la imagen y disolverte en ella...


Mente Y Meditación

Cuando la mente no tiene pensamientos, eso es meditación La mente se queda sin pensamientos en dos estados: el sueño profundo y la meditación,. Si te haces consciente y tus pensamientos desapa­recen, es meditación; si los pensa­mientos desaparecen y quedas incons­ciente, es sueño profundo.

El sueño profundo y la meditación tienen algo en común y algo diferente. Una cosa es similar: En los dos estados, el pensamiento desaparece. Una cosa es diferente: En el sueño profundo, también desaparece la conciencia, mientras que en la meditación perma­nece. Así pues, la meditación es igual que el sueño profundo, pero con con­ciencia. Estás relajado, como en el sueño profundo, pero estás conscien­te, completamente despierto... y eso te lleva hasta la puerta de los misterios.

En el sueño profundo pasas a un estado de no-mente, pero sin concien­cia. No sabes dónde te están llevando, aunque por la mañana sentirás el impacto y el efecto. Si de verdad Ha sido un sueño profundo y hermoso, sin ensoñaciones que te per­turben, por la mañana te sentirás fresco, renovado, vivo, rejuvene­cido, otra vez lleno de entusiasmo y energía. Pero no sabes cómo ha ocurrido, adónde has ido. Entraste en una especie de coma profun­do, como si te hubieran administrado un anestésico, y fuiste trans­portado a otro plano, del que regresas fresco, joven, rejuvenecido.

En la meditación, eso sucede sin anestesia.

Así pues, meditación significa per­manecer tan relajado como cuando es­tás profundamente dormido, pero manteniéndote alerta. Mantén la con­ciencia... deja que desaparezcan los pensamientos, pero la conciencia debe

mantenerse. Y esto no resulta difícil; lo que pasa es que nunca lo has inten­tado, eso es todo. Es como nadar; si no lo has intentado, parece muy difícil.

Incluso parece peligroso, y te parece increíble que la gente pueda nadar, porque tú te ahogarías. Pero cuando lo intentas un poquito, se te hace fácil; es muy natural.

Hace poco, un científico japonés ha demostrado experimentalmente que un bebé de seis meses es capaz de na­dar; solo hay que darle la oportunidad. Ha enseñado a nadar a muchos niños de seis meses de edad. ¡Ha hecho un milagro! Y dice que lo va a intentar con niños aún más pequeños. Es como si el arte de nadar fuera innato; no hay más que darle una oportunidad y empieza a funcionar. Por eso, cuando has aprendido a nadar, no lo ol­vidas nunca. Puedes pasarte cuarenta o cincuenta años sin nadar, pero no lo olvidas. No es una cosa accidental, es algo natural; por eso no puedes olvidarlo.

La meditación es algo similar: es algo innato. Solo tienes que crear un espacio para que funcione: solo tienes que darle una opor­tunidad.

¿QUÉ ES LA MENTE? La mente no es una cosa, sino un suceso. Una cosa tiene sustancia, un suceso es solo un proceso. Una cosa es como una roca, un suceso es como una ola. Existe, pero no tiene sustancia. Es solo algo que ocurre entre el viento y el mar, un pro­ceso, un fenómeno.

Esto es lo primero que hay que entender, que la mente es un proceso como una ola o como un río, pero que no tiene sustancia. Si tuviera sustancia, no se podría di­solver. Como no tiene sustancia, puede desaparecer sin dejar la menor huella.

Cuando una ola desaparece en el océano, ¿qué queda? Nada, ni siquiera una huella. Por eso los que saben di­cen que la mente es como un pájaro que vuela hacia el cielo: no deja pisa­das, no deja ninguna huella; El pájaro vuela, pero no deja rastro ni huellas.

La mente es solo un proceso. De hecho, la mente no existe: solo existen pensamientos, pensamientos que se mueven tan deprisa que a ti te parece y sientes que allí existe algo con continuidad. Viene un pensamiento, y después otro, y otro, y muchos más... hay tan poca separación entre ellos que no puedes percibir el intervalo entre un pensamiento y otro. Y así, dos pensa­mientos se unen, forman una continuidad, y debido a esa continui­dad tú crees que hay una mente.

Existen pensamientos... pero no “mente”. Igual que existen electrones, pero no «materia». El pensamiento es el electrón de la mente. Es como una muchedumbre. Una muchedumbre existe en cierto sentido, pero no existe en otro. Solo existen individuos, pero muchos individuos juntos dan la impresión de ser una sola cosa.

Una nación existe, pero no existe... allí solo existen individuos. Los individuos son los electrones de una nación, de una comunidad, de una muchedumbre.

Los pensamientos existen; la mente no existe. La mente es solo apariencia. Y cuando miras hacia las profundidades de la mente, esta desaparece. Quedan pensamientos, pero cuando la «mente» ha desaparecido y solo exis­ten pensamientos individuales, mu­chas cosas se resuelven al instante. Lo primero de lo que te das cuenta es de que los pensamientos son como nu­bes: van y vienen, y tú eres el cielo. Cuando no hay mente, te llega inmediatamente la percepción de que ya no participas en los pensamientos. Los pensamientos están ahí, pasando a través de ti como pasan las nubes a través del cielo, o el viento a través de los árboles. Los pensamientos pasan a través de ti, y pueden pasar porque tú eres un inmenso vacío. No hay impedimento, no hay obstáculos. No existe ningún muro que les limite el paso; no eres un fenómeno amurallado. Tu cielo está abierto hasta el infinito; los pensamientos van y vie­nen. Y cuando empiezas a sentir que los pensamientos van y vienen y que tú eres un observador, un testigo, se ad­quiere dominio sobre la mente.

La mente no se puede controlar en el sentido ordinario. En primer lugar, dado que no existe, ¿cómo vas a poder controlarla? En segundo lugar, ¿quién va a controlar la mente? Porque más allá de la mente no existe nadie... y cuando digo que no existe nadie, quiero decir que más allá de la mente no existe nadie, solo está la nada. ¿Quién va a controlar la mente? Si alguien estuviera controlando la mente, sería solo una parte, un fragmento de la mente controlando otro fragmento de la mente. Eso es el ego.

La mente no se puede controlar de ese modo. No existe, y no hay nadie para controlarla. El vacío interior puede ver, pero no puede controlar. Puede mirar, pero no puede controlar... pero la simple mirada es el control; el fenómeno mismo de la observación, de ser testigo, se convier­te en maestría porque la mente desa­parece.

Es como cuando vas andando en una noche oscura y echas a correr por­que tienes miedo de alguien que te si­gue. Y ese alguien no es más que tu propia sombra, y cuanto más corras más cerca estará tu sombra. No impor­ta la velocidad a la que corras; la som­bra seguirá ahí. Cada vez que te vuel­ves a mirar, la sombra sigue detrás de ti. Esa no es manera de escapar de ella, I ni es la manera de controlarla. Tendrás que pararte a mirar bien la sombra. Quédate quieto y mira al fondo de la sombra, y la sombra desaparece, por­que la sombra no existe; es solo una ausencia de luz.

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