Al hilo del karma yoga, este cuento Zen recopilado por Osho, que como veis chupa de todas las tetas que se le ponen a tiro; y esto es un piropo; ojo.
Un maestro zen había estado en la cárcel varias veces.
... ¡Ahora un paso más! Estas personas zen realmente son excéntricas, locas, pero hacen cosas maravillosas. «Un maestro zen había estado en la cárcel varias veces.» Bueno, una cosa es perdonarle a un ladrón, creer que no es malo, pero otra muy diferente es que él mismo vaya a la cárcel. Y no solamente una vez, sino muchas, por robar a sus vecinos cosas insignificantes. Los vecinos lo sabían y estaban un poco perplejos: ¿por qué nos roba este hombre y, para colmo, cosas insignificantes? Pero en cuanto salía de la cárcel volvía a robar y acababa de nuevo entre rejas. Hasta los jueces estaban desconcertados. Pero su deber era mandarle a la cárcel puesto que él confesaba su delito. Nunca decía: «Yo no he robado».
Finalmente, los vecinos se reunieron y le dijeron: «Señor, no siga robando.
»Se está haciendo viejo y nosotros podemos proporcionarle todo lo que necesite, sea lo que sea. ¡Deje de hacerlo! Estamos muy preocupados y muy tristes. ¿Por qué sigue haciendo esas cosas?»
El anciano se rió y dijo:
—Robo para poder estar con los presos y así llevarles el mensaje interior.
»¿Quién les va a ayudar? Aquí fuera, para vosotros los presos de fuera, hay muchos maestros. Pero dentro de la cárcel no hay ninguno. ¿Decidme, quién les va a ayudar? Esa es la forma de entrar y ayudar a esta gente. Por eso, cuando se acaba mi condena y me expulsan, tengo que robar de nuevo para volver a ir a la cárcel. Y pienso seguir haciéndolo. Además, en la cárcel he encontrado almas hermosas, almas inocentes, a veces, mucho más inocentes...
Una vez nombraron a uno de mis amigos gobernador de un estado de la India y él me permitió visitar todas las cárceles de ese estado. Las estuve visitando durantes años y me quedé sorprendido al ver que las personas que están en la cárcel son mucho más inocentes que los políticos, los ricos y los mal llamados santos. Conozco a casi todos los santos de la India y son más astutos. He descubierto que las almas de los criminales son mucho más inocentes... Comprendo perfectamente el comportamiento del viejo maestro zen que robaba y se dejaba atrapar para poder llevarles el mensaje. «Robo para poder estar con los presos y así llevarles el mensaje interior.»
El zen no tiene un sistema de valores. El zen solo aporta una cosa al mundo y es entendimiento, conciencia. A través de la conciencia llega la inocencia. La inocencia es inocente con respecto a lo bueno y a lo malo. La inocencia simplemente es inocencia, no sabe de distinciones.
La última historia es sobre Ryokan. Él era un gran amante de los niños. Como se puede esperar de un personaje como él, también él era como un niño. Era el niño del que habla Jesús, tan sumamente inocente que nadie creería que puede haber alguien así. No tenía astucia ni malicia. Era tan inocente que la gente solía pensar que estaba un poco loco.
A Ryokan le gustaba jugar con los niños. Jugaba al escondite, jugaba al tamari y también al balonmano. Una tarde le tocaba esconderse a él, y se ocultó bajo un montón de paja que había en el campo. Estaba oscureciendo y los niños, como no le podían encontrar, se fueron a casa.
A la mañana siguiente, un campesino llegó temprano para mover el montón de paja y empezar con su trabajo. Al encontrarse ahí a Ryokan exclamó: «¡Oh, Ryokan-sama! ¿Qué estás haciendo ahí?».
El maestro contestó: «¡Cállate! No hables tan alto que me van a encontrar los niños».
¡Se había pasado toda la noche debajo de la paja esperando a que los niños lo encontraran! El zen es así de inocente y esa inocencia es divina. Esa inocencia no hace distinciones entre el bien y el mal, no hace distinciones entre este mundo y el otro, ni hace distinciones entre esto y aquello. Esa inocencia es ser como se es.
Y ese ser las cosas como son constituye la esencia misma de la religiosidad.
Osho-Compasión
No hay comentarios:
Publicar un comentario